Paris, 30 de Marzo de 1.794
Me llamo
Valerie Vianes tengo 29 años, soy una modesta periodista francesa, en busca
siempre de la noticia, intentando llevar hasta el lector todos los hechos que
están aconteciendo de forma continua y diaria en el país.
Pero por
una vez dejaré mi periodismo habitual para centrarme en entrevistar a un
influyente político, de una importancia relevante en la Revolución Francesa.
Me estoy
refiriendo a Georges-Jacques Danton, un
hombre del que mis breves investigaciones me han llevado a opinar de él, que es
generoso, amable, inteligente, con inquietudes intelectuales y de una gran
flexibilidad ideológica.
Conocedora
de que habitualmente acude a un café, llamado Café el Parnaso, me dirijo al
mismo con la esperanza de encontrarlo.
Me
encuentro con un ambiente distinguido, una exquisita educación tanto en los
propietarios, como en las personas que allí se encuentran, disfrutando de sus
tertulias alrededor de un cálido café.
Me detengo
unos segundos, busco con la mirada ansiosa, si el Sr. Danton se encuentra entre
los presentes, y consigo verlo en un rincón de este pacifico lugar, que dista
mucho de la paz que fuera se respira.
Me acerco a
él, temerosa pero decidida, está tan absorto, entregado a la lectura de un
grueso libro, que no nota mi presencia, es entonces cuando me dirijo a él por
su nombre. Con un movimiento pausado levanta su mirada, y con una educación
exquisita me pregunta: ¿puedo serle de ayuda?
Ya con un
poco de más confianza en mí misma, le contesto que sí, me presento, le digo a
que me dedico y mi interés por conocer su vida y su trayectoria política.
Acepta gustosamente, se levanta y con una gentileza digna de un caballero me
ofrece sentarme en su mesa.
Es un
hombre alto, tiene treinta y cinco años, pero aparenta cuarenta y cinco. Su
rostro guarda huellas de haber padecido alguna enfermedad.
Viste
correctamente, lleva levita azul, un chaleco a rayas verticales rojas, calzón
corto gris, con medias blancas y zapatos con hebillas. Peluca en la cabeza sin
empolvar, con una corta cadeneta retenida por un lazo negro, y corbata de lino
blanco, que completa este atavío correcto pero muy modesto.
Me mira y
me dice:
D - ¿Qué
es lo que más le interesa de mí?
V - Realmente
me interesa toda su vida.
D -
Empecemos pues, dice él.
Nerviosa
y emocionada empiezo.
V - ¿Dónde
nació Vd.?
D -
Nací en Arcis-sur-Aube, una pequeña población y comuna francesa.
V - Solo
si no le importa, ¿me podría decir Vd. su fecha de nacimiento?
D - No,
no me importa en absoluto, nací el veinte y seis de octubre de mil setecientos
cincuenta y nueve.
V - ¿Lo
que significa que ahora tiene treinta y cinco años?
D - Eso
es, veo que es rápida en las fechas.
V -
Bueno, no tanto como quisiera.
V - ¿Qué
me puede decir Vd. de sus padres?
D - Mi
padre murió cuando yo contaba tres años de edad.
V - Lo
siento
D - Gracias,
no se preocupe. En cuanto a mi madre le diré que fue la segunda esposa de mi padre.
V -
¿Tiene Vd. hermanos?
D - Si,
por supuesto, nada menos que seis.
V - ¿Una
gran familia entonces?
D -
Efectivamente, son parte importante de mi vida
V - ¿Y de su niñez, qué recuerdos guarda?
D -
En realidad los recuerdos de mi niñez se vieron marcados como le dije
anteriormente por la muerte de mi padre, hecho que me llevó a ser internado en
un asilo.
V - ¿Y
su adolescencia, hábleme Vd. de ella?
D - Esa
época de mi vida la recuerdo más feliz, pero con una larga lista de
chiquilladas, que a veces me reportaron más de un disgusto.
Recuerdo
que era un excelente nadador, a los doce años enfermé de neumonía,
circunstancia que casi me lleva a la muerte. En otra ocasión sufrí la cornada
de un toro, que me dejó visibles secuelas en el rostro, como puede apreciar.
Además recuerdo algo.......
Se queda pensativo, esboza una sonrisa.
Yo ansiosa, le sonrío suavemente y le insto a que me cuente ese
recuerdo que tanto ha endulzado su cara.
D - Bueno,
era una tremenda chiquillada y nunca se lo he contado a nadie, pero me
encantaba corretear por los pazos y beber la leche directamente de las ubres de
las vacas.
Noto
como se ruboriza y le digo:
V- Realmente
es increíble, pero como Vd. ha dicho,
era una chiquillada.
Y su madre,
¿qué pensaba de tantas trastadas?
Vuelve a
sonreír, su mirada se pierde en línea recta, como si retrocediese en el tiempo,
vuelve en sí y contesta.
D - Mi
madre decía de mí, que era un jovencito indisciplinado, de hecho siempre que
tenía oportunidad me escapaba de su vigilancia, creándole más de un dolor de
cabeza.
V -
Hablemos de sus estudios, ¿dónde los inició?
D -
Inicié mis estudios en el Colegio Champagne, seguidamente ingresé en el
seminario de Troyes, y en los Oratorios de este mismo, para finalizarlos en la Facultad de Reims, donde
obtuve mi licenciatura de Derecho.
V - Sus
estudios estaban muy vinculados al mundo eclesiástico. ¿Cómo no se decantó por
una carrera encaminada al mundo espiritual?
D - Porque lo que me llamaba la atención desde muy joven
eran las leyes humanas.
V - ¿Recuerda Vd., su primer proceso?
Claro que
lo recuerdo, perfectamente, como olvidarlo, un pastor contra su dueño. Defendí
al humilde pastor y a pesar de que el Tribunal se componía de privilegiados,
conseguí ganar la causa.
La mayor
satisfacción que me produjo, fue ver al más desheredado de los hombres vencer a
un representante del feudalismo.
V - Desde
muy joven se implicó en el mundo político, ¿qué es la Reverenda de las nueve
hermanas?
D - Era
una Asamblea a la que conseguí entrar en el año 1.786, en ella conocí ilustres
personajes, toda la
Revolución se germinaba en ella.
V - Se
dice que Vd. compró un cargo al Consejo del Rey en el año 1.787. ¿Qué hay de
cierto?
D - Todo
hay de cierto, efectivamente compré ese cargo que menciona por un importe de 80.000 libras ,
era muy normal hacerse con un cargo público, siempre que lo pudieras pagar,
además era una fuente de ingresos en las arcas reales. Yo pude optar a él,
gracias a una fortuna heredada por mi esposa.
V - Referente
a su esposa, tengo entendido que aún está profundamente enamorado de ella.
Lo miro
con sosiego esperando su respuesta y veo como entorna suavemente sus ojos, como
si la imagen de ella hubiese aparecido de repente en su retina y no quisiera
que desapareciera. Sigue
así unos segundos más, que se me hacen eternos, no me muevo, apenas respiro,
intento no ser yo quien le haga volver a la realidad.
Regresa
de su letargo y se disculpa conmigo, sonrío, y me devuelve la sonrisa en un
acto de agradecimiento hacia mi espera y es entonces cuando casi susurrando, como si hablase su corazón
más que su boca dice:
D -
Mi querida Gabrielle, en verdad es la
mujer de mi vida, me permitió casarme con ella el 14 de Junio de 1.787,en la Iglesia Saint-Germain ,
me regaló cuatro maravillosos hijos.
En este
preciso momento noto un halo de tristeza en su mirada, no quiero decir nada,
siento que sufre y entonces prosigue.
D- Solo
viven dos de los cuatro hijos que tuvimos, Antoine y François.
V - Siento
mucho su tristeza.
D - No
lo sienta, los sentimientos son parte del ser humano, sean de la índole que
sean, y sin duda nos hacen débiles, pero a la vez fuertes.
Miro mis
notas para retomar la entrevista, en lo que Sr Danton termina su café, y
prosigo con ella.
V - Tengo
entendido que en su luna de miel, fue requerida su presencia por sus colegas de
la docta-logia de abogados ¿Cuál fue el motivo?
D -
En aquella reunión el decano nos planteó hablar de la situación moral y
política del país, relacionada con la justicia.
V - ¿Cómo
vivió Vd. aquella reunión?
D -
Aquel tema era un arma de doble filo, los parlamentarios se oponían
furiosamente al poder, todos eran privilegiados y como tal vivían de las
ventajas y privilegios que les proporcionaba la monarquía.
V - ¿Se
planteó Vd. como desarrollar el problema jugando a ese doble juego?
D -
Sabía que tenía que satisfacer a mis colegas, sin atentar contra mi reputación
de franqueza ni renegar a mis principios y creí ver en esta oportunidad la
ocasión para la toma de posesión pública.
V - ¿Cuáles
fueron sus argumentaciones?
D -
Pedí algunos sacrificios al Clero y a la Nobleza , en favor de los humildes les dije: “el
pueblo tiene hambre”, desde hace tiempo ruge desesperadamente y añadí, Francia
vivirá momentos terribles y recuerdo que terminé con una frase profética:
desgraciados los que provocan las revoluciones, desgraciados los que las llevan
a cabo.
Mis
palabras conmueven al auditorio, que no está acostumbrado a escuchar una carga
tal, contra el Antiguo Régimen y un aplauso unánime y entusiasta resonó por
toda la Asamblea.
Desde ese
momento fui el abogado de moda para toda la aristocracia, llegando a defender
en un pleito al Marqués de Deveza.
Percibo
como se emociona, y siento a la vez como me transmite esa emoción, deduzco de sus palabras, que fue un momento
importante en su vida.
La tarde
comienza a caer, los tímidos rayos de sol que se cuelan por uno de los
espléndidos ventanales se posan en su cara, agudizando si caben más las secuelas de su rostro, en este momento
decido hacer un inciso, para dirigirme al tocador. Y de nuevo resurge la
caballerosidad del Sr Danton, que se
levanta con una majestuosidad digna de un rey.
Cuando
me dispongo a entrar al tocador, escucho un revuelo en la calle, nada hacía
presagiar la fatalidad que se avecinaba, y en pocos segundos los gritos nombrando al Sr. Danton se escuchan en El Parnaso con una fuerza
desgarradora. Está siendo apresado bajo la acusación de “Enemigo de la República ”.
Me
siento inmóvil, paralizada, queriendo reaccionar y sintiendo como mi cuerpo no
responde, cierro los ojos en un intento de creer que todo es una pesadilla,
Y cuando
los abro, todo ha acabado, miro a todos lados intentando encontrar al
Sr,Danton, igual que hiciera cuando entré por primera al café, solo que esta
vez no está. En la mesa quedan mis papeles y una taza de café vacía.
En este
preciso momento por mi mente solo pasa un pensamiento, saber donde está
encarcelado.
Salgo
del bar a toda prisa, perdida, desorientada por los acontecimientos acaecidos,
pero con una idea fija.
Después
de mucho investigar durante varios días,
llena de miedo y a la vez de valentía, consigo saber donde se encuentra el Sr.
Danton retenido, y en mi mente, rápido y fugaz
elaboro un plan para poder volver a verlo.
Hoy 4 de Abril de 1.794
Ataviada
con indumentaria de cura, llego hasta las puertas de la cárcel, mi corazón late
tan fuerte, que siento que se rompe, y pienso: Dios mío, si me descubren, estoy
perdida.
Me acerco
al carcelero y con voz firme le digo que vengo a confesar al preso, ni siquiera
me mira, asiente con la cabeza, y me conduce hasta él, mi plan está dando
resultado.
Una vez
dentro de la celda, me encuentro con un hombre que nada tiene que ver con el
que compartí aquella tarde en El Parnaso, está descalzo, con sus ropas raídas y
sin su peluca retenida con aquel lazo negro, me mira, destapo mi cabeza de
aquel sombrero, alzo la cara y me dice:
D - ¿Usted?
Se
desprende en su mirar una inmensa alegría, que es correspondida.
D -
Altivo, pero sereno me dice: mañana seré guillotinado, por lo tanto hoy tendrá
que acabar su entrevista.
Un
silencio se apodera de la celda, y sin más hablar abro mis papeles, y me
dispongo a seguir con mis preguntas.
Por un
instante siento que voy a llorar, giro mi cabeza suavemente queriendo perder mi mirada, para no dejar
visible mis emociones, es entonces cuando el Sr. Danton se acerca a mí,
tranquilo, pero con paso firme, siento su mano fría que agarra mi barbilla, me
mira, sonríe como aquella tarde en el café y casi como un susurro le oigo
decir, prosigamos.
Respiro
profundamente y empiezo de nuevo.
V - ¿Sr,
Danton, a qué o a quién debe su nombre El Club Cordeliers?
D - Era
el nombre de unos monjes franciscanos que vestían de manera sencilla, y a modo
de cinturón, llevaban en su túnica un cordel, de ahí el nombre.
V -
¿Me podría decir Vd., cuáles son los principios básicos y cuándo fue
creado este Club?
D - Se
lo diré, solo si me promete que a partir de ahora no me llamará de Vd.
V -
Pero yo no sé si debo....
D -
Debe, se lo suplico
V -
Está bien, pero solo porque… tú así lo deseas.
D -
Fue creada el 27 de Abril de 1.790, en Marsaille y la base de esta sociedad son los derechos
del hombre y del ciudadano, en su creación conté con el apoyo de Marat y Demollins.
V -
¿Qué puede destacar de tu presidencia en dicho Club?
D -
Recuerdo una fecha en concreto, el 15 de Julio de 1.791, solicitamos el fin de
la monarquía y que se estableciera la república. Las consecuencias fueron
trágicas, dos días después los que nos manifestamos fuimos perseguidos. Yo
conseguí escapar y huí a Inglaterra, los apresados fueron fusilados en el Campo de Marte. Mi exilio fue breve, regresé a París
hace dos años.
V -
¿Entonces participaste en el levantamiento del 10 de Agosto de 1.792?
D - Así
es, formé parte de dicho levantamiento, también llamado insurrección. A partir
de este acontecimiento fui nombrado Ministro de Justicia.
V - ¿Miembro
también de la
Asamblea Nacional ?
D -
En efecto, paso a formar parte de ella en 1.792.
V -
¿Se ha considerado un hombre poderoso?
D -
En absoluto, solo he intentado desde mi posición política ayudar al
Tercer
Estado, de su represión y sufrimiento, pues son los que llevaban la carga del
país.
V -
¿Qué…............
En esos
momentos se oye el crujir de la aldaba que atraviesa la puerta de la celda, y
aparece el carcelero portando en una mano un plato, con lo que parece ser la
cena del Sr, Danton y en la otra un vaso de agua, lo deja encima del catre y se
va de la misma forma que vino, con el crujir de la aldaba.
Intento
no venirme abajo y continúo.
V - Te
iba a preguntar cuando nos ha interrumpido. ¿Qué ocurrió cuando se declaró la
guerra con Austria?
Baja su
cabeza, se escucha un suspiro que sale de lo más hondo de su alma, se dirige
hacia un pequeño ventanuco desde donde se ve una blanca luz en una inmensa
oscuridad. El día había dado paso a la noche, su última noche. Y mientras sigue
perdido en aquella inmensidad contesta a mi pregunta.
D -
Los tres grupos que formábamos la
Convención intentamos resolver el conflicto por vía
diplomática, tras ese proceso la votación fue muy disputada, pese que yo
pertenecía al grupo de los moderados, me uní a las ideas de los girondinos y a
mi aliado político, el jacobino Robespierre, y en aquella Asamblea se condenó a
muerte al monarca Luís XVI.
El juicio
duró treinta y seis largas horas, con un total de trescientos ochenta y siete
votos a favor de la condena de setecientos veinte posibles.
V -
Tras la muerte del monarca, se pensó que todo había acabado.
¿Realmente
fue así?
D -
No, en absoluto, surge una época de terror, que conocemos como Régimen del
Terror.
V - ¿Qué
quieres decir exactamente?
D -
El gobierno de la convención queda a cargo de los jacobinos, liderados por Robespierre. Es imprescindible terminar
con el Régimen del terror.
V -
¿Y qué haces para ello?
D -
En 1.793 creó el Comité de Salvación Pública, en el que redacto las bases de
una política conservadora, fundada en estabilizar todos los sectores y
disminuir el radicalismo, no puedo permitir que los jacobinos masacren a la gente de
esa manera.
Me decanto
por el sector de los “Indulgentes”, y he sido acusado como “Enemigo de la República ” y de Alta
Traición.
V - ¿Te
arrepientes de algo?
D -
No, creo que siempre he sido fiel a mis
principios y creencias, solo me rebelo ante la idea de tener que irme antes que
ese maldito Robespierre.
V -
¿Y qué sientes ahora?
D -
Siento tristeza por no poder estar al lado de mi querida Gabrielle, siento no
poder darle un último abrazo, pero también me invade una extraña alegría.
Vuelve
un silencio largo y frío, tan frío como un témpano, tan largo como el no
despertar.
Ya casi
ha entrado la madrugada, y está próxima su ejecución, y sin embargo no muestra
ni un ápice de preocupación por ello.
Le pido que
descanse, mientras recojo mis papeles. Ha llegado el momento de marcharme.
Siento que
mi corazón se encoje, un dolor desgarrador. Ahora ya no puedo contener mis
lágrimas, todo mi cuerpo tiembla, mi alma se parte, mi mundo se quiebra.
Mis ojos lo
miran, sus ojos me miran y mientras seca mis lágrimas, acaricio su mejilla con el envés de mi mano, mientras me voy
alejando hacia la puerta.
Salgo
despacio a la calle, atravesando un estrecho y lúgubre pasillo.
Casi
oigo como mis lágrimas caen al suelo, me
detengo un instante, y siento mi latido de vida resonar en aquellas oscuras
paredes.
Y es
entonces cuando sale de mi boca, en silencio pero con un grito profundo y
ahogado lo que siento.
Adiós mi
amor, hasta siempre.
Deambulo
por las calles ausente, sin apreciar ningún signo de vida o de muerte, sumida
en mis pensamientos.
El día va
emergiendo lentamente, cuando consigo llegar a casa, exhausta y abatida me
tumbo en mi lecho y pienso:
Ya es casi
la hora, un gélido escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Entorno mis
ojos y consigo ver los suyos, una lágrima se desliza por mi mejilla, mientras
me voy quedando dormida.
Valerie Vianes
La cancion del pueblo deLos Miserables
Ah ça ira
Realizado por Ángela Ridao