jueves, 21 de febrero de 2013

ENTRE CUATRO OJOS


Paris, 30 de Marzo de 1.794
 

Me llamo Valerie Vianes tengo 29 años, soy una modesta periodista francesa, en busca siempre de la noticia, intentando llevar hasta el lector todos los hechos que están aconteciendo de forma continua y diaria en el país.
Pero por una vez dejaré mi periodismo habitual para centrarme en entrevistar a un influyente político, de una importancia relevante en la Revolución Francesa.
Me estoy refiriendo a Georges-Jacques  Danton, un hombre del que mis breves investigaciones me han llevado a opinar de él, que es generoso, amable, inteligente, con inquietudes intelectuales y de una gran flexibilidad ideológica.

Conocedora de que habitualmente acude a un café, llamado Café el Parnaso, me dirijo al mismo con la esperanza de encontrarlo.
Me encuentro con un ambiente distinguido, una exquisita educación tanto en los propietarios, como en las personas que allí se encuentran, disfrutando de sus tertulias alrededor de un cálido café.
Me detengo unos segundos, busco con la mirada ansiosa, si el Sr. Danton se encuentra entre los presentes, y consigo verlo en un rincón de este pacifico lugar, que dista mucho de la paz que fuera se respira.
Me acerco a él, temerosa pero decidida, está tan absorto, entregado a la lectura de un grueso libro, que no nota mi presencia, es entonces cuando me dirijo a él por su nombre. Con un movimiento pausado levanta su mirada, y con una educación exquisita me pregunta: ¿puedo serle de ayuda?
Ya con un poco de más confianza en mí misma, le contesto que sí, me presento, le digo a que me dedico y mi interés por conocer su vida y su trayectoria política. Acepta gustosamente, se levanta y con una gentileza digna de un caballero me ofrece sentarme en su mesa.
Es un hombre alto, tiene treinta y cinco años, pero aparenta cuarenta y cinco. Su rostro guarda huellas de haber padecido alguna enfermedad.
Viste correctamente, lleva levita azul, un chaleco a rayas verticales rojas, calzón corto gris, con medias blancas y zapatos con hebillas. Peluca en la cabeza sin empolvar, con una corta cadeneta retenida por un lazo negro, y corbata de lino blanco, que completa este atavío correcto pero muy modesto.

Me mira y me dice:

D - ¿Qué es lo que más le interesa de mí?
V - Realmente me interesa toda su vida.
D - Empecemos pues, dice él.

Nerviosa y emocionada empiezo.
V - ¿Dónde nació Vd.?
D - Nací en Arcis-sur-Aube, una pequeña población y comuna francesa.
V - Solo si no le importa, ¿me podría decir Vd. su fecha de nacimiento?
D - No, no me importa en absoluto, nací el veinte y seis de octubre de mil setecientos cincuenta y nueve.
V - ¿Lo que significa que ahora tiene treinta y cinco años?
D - Eso es, veo que es rápida en las fechas.
V - Bueno, no tanto como quisiera.
V - ¿Qué me puede decir Vd. de sus padres?
D - Mi padre murió cuando yo contaba tres años de edad.
V - Lo siento
D - Gracias, no se preocupe. En cuanto a mi madre le diré que fue la segunda esposa de mi padre.
V - ¿Tiene Vd. hermanos?
D - Si, por supuesto, nada menos que seis.
V - ¿Una gran familia entonces?
D - Efectivamente, son parte importante de mi vida
V - ¿Y  de su niñez, qué recuerdos guarda?
D - En realidad los recuerdos de mi niñez se vieron marcados como le dije anteriormente por la muerte de mi padre, hecho que me llevó a ser internado en un asilo.
V - ¿Y su adolescencia, hábleme Vd. de ella?
D - Esa época de mi vida la recuerdo más feliz, pero con una larga lista de chiquilladas, que a veces me reportaron más de un disgusto.
Recuerdo que era un excelente nadador, a los doce años enfermé de neumonía, circunstancia que casi me lleva a la muerte. En otra ocasión sufrí la cornada de un toro, que me dejó visibles secuelas en el rostro, como puede apreciar. Además recuerdo algo.......
Se queda pensativo, esboza una sonrisa.
Yo ansiosa, le sonrío suavemente y le insto a que me cuente ese recuerdo que tanto ha endulzado su cara.
D - Bueno, era una tremenda chiquillada y nunca se lo he contado a nadie, pero me encantaba corretear por los pazos y beber la leche directamente de las ubres de las vacas.

Noto como se ruboriza y le digo:

V- Realmente es  increíble, pero como Vd. ha dicho, era una chiquillada.
Y su madre, ¿qué pensaba de tantas trastadas?
Vuelve a sonreír, su mirada se pierde en línea recta, como si retrocediese en el tiempo, vuelve en sí y contesta.
D - Mi madre decía de mí, que era un jovencito indisciplinado, de hecho siempre que tenía oportunidad me escapaba de su vigilancia, creándole más de un dolor de cabeza.
V - Hablemos de sus estudios, ¿dónde los inició?
D - Inicié mis estudios en el Colegio Champagne, seguidamente ingresé en el seminario de Troyes, y en los Oratorios de este mismo, para finalizarlos en la Facultad de Reims, donde obtuve mi licenciatura de Derecho.
V - Sus estudios estaban muy vinculados al mundo eclesiástico. ¿Cómo no se decantó por una carrera encaminada al mundo espiritual?
D - Porque  lo que me llamaba la atención desde muy joven eran las leyes humanas.
V - ¿Recuerda  Vd., su primer proceso?
Claro que lo recuerdo, perfectamente, como olvidarlo, un pastor contra su dueño. Defendí al humilde pastor y a pesar de que el Tribunal se componía de privilegiados, conseguí ganar la causa.
La mayor satisfacción que me produjo, fue ver al más desheredado de los hombres vencer a un representante del feudalismo.
V - Desde muy joven se implicó en el mundo político, ¿qué es la Reverenda de las nueve hermanas?
D - Era una Asamblea a la que conseguí entrar en el año 1.786, en ella conocí ilustres personajes, toda la Revolución se germinaba en ella.
V - Se dice que Vd. compró un cargo al Consejo del Rey en el año 1.787. ¿Qué hay de cierto?
D - Todo hay de cierto, efectivamente compré ese cargo que menciona por un  importe de 80.000 libras, era muy normal hacerse con un cargo público, siempre que lo pudieras pagar, además era una fuente de ingresos en las arcas reales. Yo pude optar a él, gracias a una fortuna heredada por mi esposa.
V - Referente a su esposa, tengo entendido que aún está profundamente enamorado de ella.

Lo miro con sosiego esperando su respuesta y veo como entorna suavemente sus ojos, como si la imagen de ella hubiese aparecido de repente en su retina y no quisiera que desapareciera. Sigue así unos segundos más, que se me hacen eternos, no me muevo, apenas respiro, intento no ser yo quien le haga volver a la realidad.
Regresa de su letargo y se disculpa conmigo, sonrío, y me devuelve la sonrisa en un acto de agradecimiento hacia mi espera y es entonces cuando  casi susurrando, como si hablase su corazón más que su boca dice:

D - Mi  querida Gabrielle, en verdad es la mujer de mi vida, me permitió casarme con ella el 14 de Junio de 1.787,en la Iglesia Saint-Germain, me regaló cuatro maravillosos hijos.
En este preciso momento noto un halo de tristeza en su mirada, no quiero decir nada, siento que sufre y entonces prosigue.
D- Solo viven dos de los cuatro hijos que tuvimos, Antoine y François.
V - Siento mucho su tristeza.
D - No lo sienta, los sentimientos son parte del ser humano, sean de la índole que sean, y sin duda nos hacen débiles, pero a la vez fuertes.
Miro mis notas para retomar la entrevista, en lo que Sr Danton termina su café, y prosigo con ella.

V - Tengo entendido que en su luna de miel, fue requerida su presencia por sus colegas de la docta-logia de abogados ¿Cuál fue el motivo?
D - En aquella reunión el decano nos planteó hablar de la situación moral y política del país, relacionada con la justicia.
V - ¿Cómo vivió Vd. aquella reunión?
D - Aquel tema era un arma de doble filo, los parlamentarios se oponían furiosamente al poder, todos eran privilegiados y como tal vivían de las ventajas y privilegios que les proporcionaba la monarquía.
V - ¿Se planteó Vd. como desarrollar el problema jugando a ese doble juego?
D - Sabía que tenía que satisfacer a mis colegas, sin atentar contra mi reputación de franqueza ni renegar a mis principios y creí ver en esta oportunidad la ocasión para la toma de posesión pública.
V - ¿Cuáles fueron sus argumentaciones?
D - Pedí algunos sacrificios al Clero y a la Nobleza, en favor de los humildes les dije: “el pueblo tiene hambre”, desde hace tiempo ruge desesperadamente y añadí, Francia vivirá momentos terribles y recuerdo que terminé con una frase profética: desgraciados los que provocan las revoluciones, desgraciados los que las llevan a cabo.
Mis palabras conmueven al auditorio, que no está acostumbrado a escuchar una carga tal, contra el Antiguo Régimen y un aplauso unánime y entusiasta resonó por toda la Asamblea.
Desde ese momento fui el abogado de moda para toda la aristocracia, llegando a defender en un pleito al Marqués de Deveza.
Percibo como se emociona, y siento a la vez como me transmite esa emoción, deduzco  de sus palabras, que fue un momento importante en su vida.
La tarde comienza a caer, los tímidos rayos de sol que se cuelan por uno de los espléndidos ventanales se posan en su cara, agudizando si caben más  las secuelas de su rostro, en este momento decido hacer un inciso, para dirigirme al tocador. Y de nuevo resurge la caballerosidad del Sr  Danton, que se levanta con una majestuosidad digna de un rey.
Cuando me dispongo a entrar al tocador, escucho un revuelo en la calle, nada hacía presagiar la fatalidad que se avecinaba, y en pocos segundos  los gritos nombrando al Sr. Danton  se escuchan en El Parnaso con una fuerza desgarradora. Está siendo apresado bajo la acusación  de “Enemigo de la República”.
Me siento inmóvil, paralizada, queriendo reaccionar y sintiendo como mi cuerpo no responde, cierro los ojos en un intento de creer que todo es una pesadilla,
Y cuando los abro, todo ha acabado, miro a todos lados intentando encontrar al Sr,Danton, igual que hiciera cuando entré por primera al café, solo que esta vez no está. En la mesa quedan mis papeles y una taza de café vacía.
En este preciso momento por mi mente solo pasa un pensamiento, saber donde está encarcelado.
Salgo del bar a toda prisa, perdida, desorientada por los acontecimientos acaecidos, pero con una idea fija.
Después de mucho investigar  durante varios días, llena de miedo y a la vez de valentía, consigo saber donde se encuentra el Sr. Danton retenido, y en mi mente, rápido y fugaz  elaboro un plan para poder volver a verlo.

Hoy 4 de Abril de 1.794 

Ataviada con indumentaria de cura, llego hasta las puertas de la cárcel, mi corazón late tan fuerte, que siento que se rompe, y pienso: Dios mío, si me descubren, estoy perdida.
Me acerco al carcelero y con voz firme le digo que vengo a confesar al preso, ni siquiera me mira, asiente con la cabeza, y me conduce hasta él, mi plan está dando resultado.
Una vez dentro de la celda, me encuentro con un hombre que nada tiene que ver con el que compartí aquella tarde en El Parnaso, está descalzo, con sus ropas raídas y sin su peluca retenida con aquel lazo negro, me mira, destapo mi cabeza de aquel sombrero, alzo la cara y me dice:
D - ¿Usted?
Se desprende en su mirar una inmensa alegría, que es correspondida.
D - Altivo, pero sereno me dice: mañana seré guillotinado, por lo tanto hoy tendrá que acabar su entrevista.

Un silencio se apodera de la celda, y sin más hablar abro mis papeles, y me dispongo a seguir con mis preguntas.
Por un instante siento que voy a llorar, giro mi cabeza suavemente  queriendo perder mi mirada, para no dejar visible mis emociones, es entonces cuando el Sr. Danton se acerca a mí, tranquilo, pero con paso firme, siento su mano fría que agarra mi barbilla, me mira, sonríe como aquella tarde en el café y casi como un susurro le oigo decir, prosigamos.
Respiro profundamente y empiezo de nuevo.

V - ¿Sr, Danton, a qué o a quién debe su nombre El Club Cordeliers?
D - Era el nombre de unos monjes franciscanos que vestían de manera sencilla, y a modo de cinturón, llevaban en su túnica un cordel, de ahí el nombre.
V - ¿Me podría decir Vd., cuáles son los principios básicos y cuándo fue creado  este Club?
D - Se lo diré, solo si me promete que a partir de ahora no me llamará de Vd.
V - Pero yo no sé si debo....
D - Debe, se lo suplico
V - Está bien, pero solo porque… tú así lo deseas.
D - Fue creada el 27 de Abril de 1.790, en Marsaille  y la base de esta sociedad son los derechos del hombre y del ciudadano, en su creación conté con el apoyo de Marat  y  Demollins.

V - ¿Qué puede destacar de tu presidencia en dicho Club?
D - Recuerdo una fecha en concreto, el 15 de Julio de 1.791, solicitamos el fin de la monarquía y que se estableciera la república. Las consecuencias fueron trágicas, dos días después los que nos manifestamos fuimos perseguidos. Yo conseguí escapar y huí a Inglaterra, los apresados fueron fusilados en el Campo de Marte. Mi exilio fue breve, regresé a París hace dos años.
V - ¿Entonces participaste en el levantamiento del 10 de Agosto de 1.792?
D - Así es, formé parte de dicho levantamiento, también llamado insurrección. A partir de este acontecimiento fui nombrado Ministro de Justicia.
V - ¿Miembro también de la Asamblea Nacional?
D - En efecto, paso a formar parte de ella en 1.792.
V - ¿Se ha considerado un hombre poderoso?
D - En absoluto, solo he intentado desde mi posición política ayudar al
Tercer Estado, de su represión y sufrimiento, pues son los que llevaban la carga del país.
V - ¿Qué…............
En esos momentos se oye el crujir de la aldaba que atraviesa la puerta de la celda, y aparece el carcelero portando en una mano un plato, con lo que parece ser la cena del Sr, Danton y en la otra un vaso de agua, lo deja encima del catre y se va de la misma forma que vino, con el crujir de la aldaba.
Intento no venirme abajo y continúo.
V - Te iba a preguntar cuando nos ha interrumpido. ¿Qué ocurrió cuando se declaró la guerra con Austria?
Baja su cabeza, se escucha un suspiro que sale de lo más hondo de su alma, se dirige hacia un pequeño ventanuco desde donde se ve una blanca luz en una inmensa oscuridad. El día había dado paso a la noche, su última noche. Y mientras sigue perdido en aquella inmensidad contesta a mi pregunta.
D - Los tres grupos que formábamos la Convención intentamos resolver el conflicto por vía diplomática, tras ese proceso la votación fue muy disputada, pese que yo pertenecía al grupo de los moderados, me uní a las ideas de los girondinos y a mi aliado político, el jacobino Robespierre, y en aquella Asamblea se condenó a muerte al monarca Luís XVI.
El juicio duró treinta y seis largas horas, con un total de trescientos ochenta y siete votos a favor de la condena de setecientos veinte posibles.
V - Tras la muerte del monarca, se pensó que todo había acabado.
¿Realmente fue así?
D - No, en absoluto, surge una época de terror, que conocemos como Régimen del Terror.
V - ¿Qué quieres decir exactamente?
D - El gobierno de la convención queda a cargo de los jacobinos, liderados  por Robespierre. Es imprescindible terminar con el Régimen del terror.



V - ¿Y qué haces para ello?
D - En 1.793 creó el Comité de Salvación Pública, en el que redacto las bases de una política conservadora, fundada en estabilizar todos los sectores y disminuir el radicalismo, no puedo permitir que los jacobinos masacren a  la gente de  esa  manera.
Me decanto por el sector de los “Indulgentes”, y he sido acusado como “Enemigo de la República” y de Alta Traición.
V - ¿Te arrepientes de algo?
D - No,  creo que siempre he sido fiel a mis principios y creencias, solo me rebelo ante la idea de tener que irme antes que ese maldito Robespierre.
V - ¿Y qué sientes  ahora?
D - Siento tristeza por no poder estar al lado de mi querida Gabrielle, siento no poder darle un último abrazo, pero también me invade una extraña alegría.

Vuelve un silencio largo y frío, tan frío como un témpano, tan largo como el no despertar.
Ya casi ha entrado la madrugada, y está próxima su ejecución, y sin embargo no muestra ni un ápice de preocupación por ello.
Le pido que descanse, mientras recojo mis papeles. Ha llegado el momento de marcharme.
Siento que mi corazón se encoje, un dolor desgarrador. Ahora ya no puedo contener mis lágrimas, todo mi cuerpo tiembla, mi alma se parte, mi mundo se quiebra.
Mis ojos lo miran, sus ojos me miran y mientras seca mis lágrimas,  acaricio su mejilla  con el envés de mi mano, mientras me voy alejando hacia la puerta.
Salgo despacio a la calle, atravesando un estrecho y lúgubre pasillo.
Casi oigo  como mis lágrimas caen al suelo, me detengo un instante, y siento mi latido de vida resonar en aquellas oscuras paredes.
Y es entonces cuando sale de mi boca, en silencio pero con un grito profundo y ahogado lo que siento.
Adiós mi amor, hasta siempre.
Deambulo por las calles ausente, sin apreciar ningún signo de vida o de muerte, sumida en mis pensamientos.
El día va emergiendo lentamente, cuando consigo llegar a casa, exhausta y abatida me tumbo en mi lecho y pienso:
Ya es casi la hora, un gélido escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Entorno mis ojos y consigo ver los suyos, una lágrima se desliza por mi mejilla, mientras me voy quedando dormida.




Valerie Vianes




La cancion del pueblo deLos Miserables


Ah ça ira








Realizado por Ángela Ridao


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