martes, 19 de febrero de 2013

EL SÍNDROME DE MARÍA ANTONIETA


Me llamo Jean- Baptiste-Pierre Lebrun, soy pintor y comerciante de arte. Me encuentro una vez más en este entorno tan excepcional como  es el palacio de " TRIATON". Desde hace unos días vengo porque estoy llevando a cabo un trabajo que se me ha encomendado por parte de su Majestad Luís XVI, en realizar un retrato de su esposa Mª Antonieta de Austria, tarea que me hace sentirme muy responsable y privilegiado.  


Fue difícil tener acceso a la reina pues, desde el nacimiento de su primer hijo, cambió su residencia a este palacio y tubo que abandonar su domicilio común en VERSALLES junto a su esposo el rey Luis XVI y cancelando las visitas y negando audiencias a la alta nobleza, y así, disfrutar de la educación y cuidados de sus progenitores. Pues bien tras largos acuerdos se me fue llamado para empezar el encargo de su esposo.

Es un trabajo muy reconfortable para  mi persona pues supone aprovechar el tiempo con su Majestad y compartir unas horas al día de sus encantos e inteligencia, me sorprende  meramente su sinceridad y disposición por su parte pera elaborar mi encargo, agradezco enormemente su comodidad en mi presencia y yo escucho expectante sus confesiones. Las charlas son distendidas pues ambos propinamos una conformidad en nuestras revelaciones,  a veces, abre su corazón  como si tuviera una herida que le hace sentir cómoda en mi presencia y al hacerlas públicas a una persona, que soy yo, y no de su entorno y de su confianza o servicio.
Son las diez de la mañana, un 15 de octubre del 1790, nos citamos en la sala de espera del palacio, con grandes ventanales que dan paso a la luz matutina de París, al fondo se aprecia unos grandes jardines de alta exquisitez  y gusto que nos deja disfrutar de las vistas y eso, hace que me sienta cómodo y como en casa.

Acaban de avisarle de mi presencia y la espera me resulta conmovedora. Se abre la puerta y aparece ella, una joven bella, quizás de las damas más bellas de Europa, un rostro oval y un cutis entre el color lirio y rosa por su maquillaje, ojos vivos, de un azul cielo de color claro, su cuello es largo y soportan unos bucles dorados del mas estilo Versalles que bajan de su cabellera formando formas al caminar, en mi opinión una joven diosa cuando posa para mí, admiro su belleza como una estatua o un monumento, sus risas y muecas producen una gracia voluble e irreflexiva.

-Buenos días Majestad- le saludo con una reverencia y ella me devuelve el gesto ofreciéndome su mano para que yo pueda besarla y oler su guante blanco de raso y disfruto de su perfume, una fragancia fresca y natural con tonos florales.

-Retomamos nuestros encuentros- le digo yo mientras preparo el material y ella se acomoda en el sillón de terciopelo dónde posa espectacularmente.

-Para mí es un placer volver a verlo- responde ella- un día más disfruto con su presencia, es un honor tener al mejor retratista de París tan cerca- aprueba ella con una medio sonrisa.

Su trato conmigo es muy cordial y pronto me permite distraerla con ciertas preguntas a la que ella accede gustosamente, con la amabilidad que la caracteriza.

Majestad ruego dirigirme a usted con su venia en llamarla con su auténtico nombre- le digo.

No insista! –suelta ella- me produciría un engorro tener que soportar como me llamo realmente- y añade en otro tono casi de burla- Tendría que dirigirse a mí como Mª Antonieta Josefa de Hamburgo y Lorena, ¿ Estará de acuerdo conmigo que es muy extenso para una persona tan pequeña como yo?...je.je- ríe desaprobando mi intención- Además, -continúa quitando importancia en otro tono mas pícaro- nos une una gran amistad y cómo mejor me siento es cuándo se refieren a mí como Mª Antonieta de Austria, Me hace recordar de dónde provengo  y el cálido recuerdo de mis orígenes austriacos.

-¿Pero sus hijos no llevan ninguno su nombre?- le pregunto- ¿ No quiso mantener la tradición?

-No, Monsieur… tiene usted razón… opté para mis hijos otros nombres con otros motivos, ..Mi primera hija se llama como su abuela la Emperatriz Mª Teresa de Austria, en honor a mi madre, mi segundo hijo Luis José, será el primero en la sucesión de su padre el rey  Luis XVI  del reinado de Francia, Luis Carlos el tercero- y su tono se apaga lentamente cuando habla de su cuarta hija- y…Mª Sofía Helena Beatriz… que murió el año pasado afectada de una grave enfermedad, la tuberculosis-
Termina la frase casi sin voz por el recuerdo de la pequeña o tal vez, por lo presente que está en sus recuerdos, eso le hace sentirse incómoda y cambia su postura, lo cuál me hace tomarme un tiempo para que mantenga su pose inicial.

Intento distraerla como puedo pues, su gesto ahora es mas serio y la encuentro más sensible por el recuerdo de la pequeña Sofía- ¿ Igualmente su primer hijo  Luís José le laman Delfín como su padre?- se me ocurre de repente.

-Por supuesto, - asiente- es herencia directa el título nobiliario de Delfín como su Majestad, todos los descendientes directos, sucesores en la corona y primogénitos, hijos de reyes asumen el cargo.

-Majestad , ¿ Cómo fue su infancia? – intento entretenerla para que no se aburra y además con este tema infantil observo que se siente cómoda.

-Soy la decimoquinta hija de mi padre el Emperador  FRANCISCO I de Austria y la Emperatriz Mª  TERESA  de AUSTRIA,- se conmueve en las explicaciones- Tengo buenos recuerdos de mi infancia, disfruté rodeada de ternura y unas exquisitas atenciones, mi madre puso mucho empeño  en mi educación, supervisando a Madame Lerclefeld,  en la mas estricta y severa  higiene y fortaleza del cuerpo.., en mi fe  y en mi nuevo idioma el francés, cuando el Embajador de Francia en Viena realiza la petición de mano para el Delfín Luís XV, futuro Luís XVI,  ambos teníamos doce años optando por asignarme un receptor eclesiástico   para fortalecer mi educación , pues yo prefería  jugar y no tanto los estudios- se ruboriza al confesarlo-


-¿ Tenía su Majestad alguna afición? – le pregunto.

-De niña me gustaba mucho tocar el clavelín- responde ella- un instrumento acústicamente muy agradable y me divertía mucho cuando salía con el al jardín.

-Hábleme de su madre, ¿ Cómo era, que recuerdos tiene …?

-Oh…!! La Emperatriz Mª Teresa de Austria!!!, -exclama ella, eso me hace que deje de mirar el lienzo y la mire atentamente ante la descripción que hace tan maternal- Tenía un carácter enérgico,- prosigue la reina- fue una persona muy emprendedora, de ella heredé esos dones y su espiritualidad…Aceptó de inmediato la petición de mano del rey, me hizo renunciar oficialmente a mis deberes sobre el trono  Austríaco y el 16 de Mayo del 1770  aprobó mi casamiento. Me hizo entender en qué consistía un casamiento “ sin amor ni atracción física” por parte de los conyugues, sólo por compromisos dinásticos…., yo tan solo tenía catorce años cuando recibí en alegoría por mi matrimonio con el “DELFIN de VERSALLES” el medallón con el perfil de “ DELFINA Mª ANTONIETA”, - se calla con gesto agrio la noto como incómoda, pero no se opone a mi interrogatorio-.

-Insisto en el cambio que sufrió siendo tan jóvenes y gobernando cuatro años después de su casamiento a otorgarles  el reino de Francia. -¿ Tardó en acostumbrarse a su nueva vida, Majestad ?- Le pregunto con un poco recelo, pues yo bien sé por dónde van mis tiros, algo íntimos como la noche de bodas, pero sólo lo insinúo..

 Ella se da cuenta como inteligente que es… pero a la vez cauta en su explicación a pesar de mi atrevimiento- A cabo de decirle que éramos muy jóvenes, ambos teníamos  la misma edad… - noto su rubor, baja hasta la mirada como ocultando su vergüenza, prosigue- No pasó nada... fue un duro y largo proceso.. Nuestras familias gobernaban en régimen absolutista y  con nuestro casamiento se pretendía establecer vínculos familiares entre dos monarquías continentales. – Y termina-

Las esposas de los reyes de Francia,- continúo yo- ..Nunca tenían protagonismo político por tradición.. pero su Majestad pronto actuó  de otra manera, ¿ cómo  consiguió que en las convenciones, ante el poder del gobierno y delante de los ministros no se enfurecieran con su aptitud ?


-¡ Yo no podía presenciar ajena en asuntos protocolarios de estado tantos ataques a nuestro pueblo!- exclama ella,- No podía estarme cruzada de brazos de ninguna de las maneras, como le dije anteriormente heredé el carácter enérgico de mi madre, ella seguía asesorándome. Me aconsejó que no podía asistir impasiblemente a aquellos ataques que nos hacían a la monarquía por parte  de la nobleza, Rotundamente me opuse a las reformas sociales y políticas del sistema absolutista que la burguesía , por envidia  a mi persona, pretendían  y exigían excusándose en la defensa en todo momento de los intensos ataques de la aristocracia, según ellos claro, le hice saber a los ministros reales y a mi esposo sin intención de influir en sus asuntos de estado.- Su tono es alto y en desacuerdo total.

A mí el tema me interesaba, y me fascinaba sus maneras de expresarse conmigo, yo claro hacía como que no le daba mucha importancia, en pocas veces fijaba la mirada en el cuadro para verla a ella, y así ella notaba que como no me interesaba, era solo curiosidad.

-Según la prensa clandestina, perdone mi atrevimiento- le insinúo, para ver su comportamiento y escuchar sus respuestas- se rumorea que su Majestad conspiraba en beneficio de sus compatriotas austríacos, sus intensos gastos y derroches ganan en su impopularidad y crean una animadversión  del país francés.

-Son rumores sin fundamento, no entre usted en ese juego, habladurías y nada mas que habladurías.- solemnemente asiente.

Pensé hasta aquí ella quiere llegar… pero yo decidí hacerle una pregunta más.
-Majestad, se dice que usted intrigó a la destitución del ministro de hacienda Colone. ¿ Que dice a tal acusación?

-Pretendía instaurar un régimen fiscal igualitario y que obligaba a los nobles a pagar impuestos y era partidario a la versión de la nobleza que consideraba injustamente un instrumento de la política Austríaca, y apoyaba a la prensa clandestina que mantenía que yo salía de incógnito por las noches y me definió como una mujer que vende su país , Francia a mis compatriotas Austríacos, Es un hombre frívolo y me acusó en mi propia cara de derrochar con facilidad y burlarme de las altas clases e ignorar la crisis financiera de mi país. No tuve mas remedio que tomar cartas en el asunto y favorecer a su destitución por las consecuencias de mi reinado que pudieran ocasionar, procuré no evadirme de ese papel  meramente ornamental y notablememnte en mi esposo Luis XVI y juntos decidimos sobre las disposiciones de los ministros reales, nos opondremos totalmente a las reformas sociales y apoyaremos el antiguo sistema hasta el final. – Expone su versión con total conformidad.

Las consecuencias pueden ser terribles Majestad, se han complicado las cosas , se pueden poner mas feas, pueden sufrir daños después de que el pueblo tomase la Bastilla, acuérdese de lo que ocurrió hace poco,¿ no teme por su familia?- Le pregunto con algo de preocupación, pues en el fondo el sistema tendría que cambiar, pero yo no se lo puedo hacer saber, sería una traición por mi parte ante sus auténticas confesiones… y sinceramente la reina me preocupa, me ha cautivado excepcionalmente,  ejerce un poder sobre mi persona.- ¿ Podría incluso estallar una revolución?

_Efectivamente me preocupa el bienestar y la seguridad de mi familia -me cofirma  su tono  algo de miedo  e incertidumbre- Si estallase una revolución seguiría insistiendo a mi esposo que no negocie jamás por la fuerza con los líderes modernos mas revolucionarios, principalmente me asusta deshacerme de mis hijos, no podría soportar separarme de ellos, tendríamos que  trasladarnos y alejarnos de aquí, y ponernos a salvo, solo Dios es justo y nos juzgará cuando llegue la hora, de todas las maneras cuando  el pueblo se sublevó y tomaron la  prisión  de la Bastilla  pedí ayuda a Austria para que acudieran en nuestra defensa, aún estoy esperando respuesta.I ría a  Vornes hasta que los ánimos se calmaran.


Dicen que desde el famoso caso del collar su relación con el pueblo fue el detonante de  su “ enemistad” con su pueblo, ¿ Qué  aporta al respecto de tal acusación?- Le increpo con la pregunta Majestad?.- Me atrevo  casi sin voz ni fuerzas a cuestionarla

-Hubo un juicio y salí absuelta.- Me aclara, con un gesto ya de cansancio, quizás por las preguntas o por estar posando, pero no se rinde y yo por supuesto tampoco- Verdaderamente ese tema me puso enferma, me enfureció, un tema muy escabroso y que me cuesta recordar, fui inocentemente acusada de estafa perpetrada por el cardenal de Rohan en la cual me vi implicada. No me involucré nunca con el dichoso collar de diamantes, jamás lo llegué a ver, ni siquiera sé quién es su dueño., ni dónde se encuentra en la actualidad, mi suegro antes de morir lo encargó a unos orfebres parisinos pero tras su muerte los joyeros nunca recuperaron su dinero, el precio era elevado 1`5 de libras con diamantes engarzados, el cardenal se hizo responsable bajo mi nombre y mas tarde se descubrió que yo no tenía nada que ver con él, el cardenal era el responsable y lo arrestaron por impostor y eso supuso mi inocente involucración, pero fue un escándalo inevitable.- Me convenció una vez mas con su buena oratoria de la era capaz pero noté al instante su cansancio y concluyó de esta manera: - Monsieur Jean Baptiste, es hora de descansar, … por hoy hemos acabado- Me anuncia ella y da por concluida mi visita, la veo como se recompone majestuosamente sus faldas de estar sentada y se dirige a sus aposentos con una sonrisa de medio labio, desaparece ante mí dejándome totalmente impresionado.


Sus revelaciones son poderosas, no me lo puedo creer, recojo mis bártulos, las horas en estas estancias se me hacen muy cortas, guardo mis oleos  y se me escapa un suspiro al contemplar el lienzo, buen trabajo me digo a mí mismo….me produce cierta melancolía pensar que ya nos queda poco para acabar, sin duda es el mejor trabajo que me han ofrecido, tapo el lienzo con una suave tela de lino para su protección y me pongo mi levita también para protegerme a mí mismo, salgo de  la habitación no antes de echar una nueva mirada atrás dónde guardo mi mayor tesoro, su belleza y sus confesiones, tal vez, algún día me obligue a guardar silencio y yo lo haré encantado, porque Maria Antonieta de Austria, reina de Francia me ha cautivado

Volví a palacio una vez más, jamás me sentí tan orgulloso del trabajo que conseguí, parte también de la modelo, me felicitó y pagó mis honorarios con una bolsa de monedas de plata, tengo para bastante tiempo con los tiempos que corren… estalló la Revolución Francesa. Tras la muerte de su esposo Luis XVI , rey de Francia, condenado a la guillotina en manos de Robespierre, a Maria Antonieta la trasladaros a la consejierie para condenarla igual que su marido corriendo, la misma suerte que él seis meses después. La separaron de sus hijos como  temió en su momento de confesiones, igual nunca imaginó este destino, por lo menos a mí no me lo dio a entender… igual sí que se lo imaginaba pero en realidad supongo que sería por miedo.  No pude asistir a su muerte, no fui a la plaza, era incapaz de ver como ofrecían la cabeza de esa mujer al pueblo como triunfo de la revolución .No quise verlo, intento mantener mi recuerdo a la mujer que en su día me fascinó.

Yo lo resumo como un síndrome que me paralizó.

Ahora hago públicas sus confesiones, su entrevista que no me impidió nunca que salieran a la luz, no le dio tiempo, huyó  a Vornes donde la detuvieron junto a su familia.
Solo tenía treinta y ocho años cuando murió hace dos años, en el 1793.

Dicen que el día que se despertó amaneció con el pelo completamente blanco… ¿realidad o ficción? .

Los expertos explican que se trata de una  falta de secreción, un cambio de color inesperado y de forma brusca, este tipo de alopecia ocurre de la noche a la mañana, una enfermedad de base genética que sin dúdale estrés  desempeña un papel muy particular y sea un efecto desencadenante, la angustia y la tensión que sufrió los últimos meses de su vida aceleró su alopecia por las que sus células del sistema inmune destruye el folículo piloso.


                                                                    París, 15 de octubre de 1795
Realizado por Francisca García Carretero



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